Usted puede vencer la tentación

Sin embargo, algunas personas me escriben para decir que están progresando poco o nada en su andar cristiano. Están luchando, y hay pocas evidencias de una conversión genuina en sus vidas. Quieren ayuda para que su vida cristiana sea gozosa y victoriosa.

Permítame recordarle que la Biblia enseña que en el instante en que usted recibe a Cristo como su Salvador, usted ya tiene el poder de Dios para crecer espiritualmente. La conversión no es el fin, sino el comienzo. Usted debe seguir avanzando para ingresar en una vida cristiana más plena y rica.

El apóstol Pablo escribió: «Deseen con ansias la leche pura de la palabra, como niños recién nacidos. Así, por medio de ella, crecerán en su salvación» (1 Pedro 2:2, NVI). El apóstol Pablo elogió a los cristianos de Tesalónica: «Su fe se acrecienta cada vez más» (2 Tesalonicenses 1:3). ¿Es esta su experiencia? ¿Está usted lleno de gozo porque está lleno de Cristo? La salvación, sin duda, no es algo que se deba «soportar»; ¡es algo para disfrutar! Y la disfrutará solo cuando descubra la voluntad de Dios, el propósito y el plan que Él tiene para su vida.

Las personas más desgraciadas son los cristianos que viven fuera de la voluntad de Dios. No pueden crecer en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo.

Si usted desea tener una vida gozosa y victoriosa, una de las cosas más importantes que querrá saber es qué hacer en cuanto a la tentación.

No tiene nada de inusual o anormal que un cristiano sea tentado. De hecho, es de esperar que lo sea. Las personas que creen que nunca son tentadas deberían preguntarse si en realidad están espiritualmente vivas. Dígase a sí mismo: «Los cristianos son tentados. Yo soy cristiano; por lo tanto, seré tentado. ¿Qué ha preparado Dios para ayudarme?».

Con el fin de ayudarle a responder esa pregunta, le sugeriré cinco cosas:

Primero, reconozca que la tentación es una experiencia normal. La Biblia dice que no nos ha sobrevenido ninguna tentación que no sea común al género humano (1 Corintios 10:13).

Cristo, siendo el único hombre perfecto, fue tentado en todo tal como nosotros (Hebreos 4:15). Además, sintió profundamente la angustia mental y espiritual que acompaña a la tentación, ya que la Palabra dice que Él mismo sufrió la tentación (Hebreos 2:18).

Dios nunca tienta a nadie (Santiago 1:13); eso lo hace del diablo. Satanás es el tentador, y nos tienta en la misma línea en la que se mueven nuestros deseos naturales. Muchos de nuestros deseos son buenos, como el deseo de tener comida, descanso, comunión, autoconservación, etc. Pero, dado que somos miembros de una raza pecadora y caída, tenemos algunos deseos equivocados; por ejemplo, podemos sentirnos tentados a engañar, mentir, odiar y buscar venganza.

Algunos deseos no son malos en sí mismos, pero terminan en pecado si se abusa de ellos. La preocupación por las necesidades de la vida y el cuidado de la propia familia es esencial; pero esto puede degenerar en ansiedad, y entonces, como Cristo nos recuerda, los cuidados de este mundo ahogan la semilla espiritual que fue plantada en nuestro corazón.

El dinero es necesario para la vida diaria, pero ganar dinero puede degenerar en amor al dinero, y entonces, el engaño de las riquezas arruina nuestra vida espiritual.

He aquí una fórmula para utilizar cuando tenga dudas. Pregúntese: «¿Esto glorifica a Dios? ¿Puedo hacerlo en el nombre de Cristo? ¿Puedo orar dando gracias por ello? ¿Hace que me preocupe más por las cosas del mundo, o me acerca a los pies de Cristo? ¿Sirve para edificación en mi vida cristiana, o tira de mí en sentido contrario? ¿Ayudará a los demás, o los hará tropezar?».

Si usted puede responder sinceramente que sí a estas preguntas, podrá identificar una tentación cuando le llegue. La Biblia enseña que Dios siempre nos da una salida para cualquier la tentación, de tal forma que podamos resistirla. En cuanto sea tentado, pida ayuda a Dios.

Segundo, sepa que Cristo vive dentro de cada persona que lo ha aceptado como Salvador. Ningún enemigo es demasiado poderoso para Cristo. Toda tentación puede ser resistida. Usted puede tener una gloriosa victoria cada día.

La Biblia dice: «Así el pecado no tendrá dominio sobre ustedes, porque ya no están bajo la ley sino bajo la gracia» (Romanos 6:14). Pablo escribió en Romanos 7:24: «¡Soy un pobre miserable! ¿Quién me librará de este cuerpo mortal?». Y luego responde a su propia pregunta: «¡Gracias a Dios por medio de Jesucristo nuestro Señor!» (Romanos 7:25).

En Romanos 8:2 leemos: «… pues por medio de él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte».

Tercero, reconozca el lugar de la Palabra de Dios en el crecimiento cristiano y la lucha contra la tentación. La Biblia dice: «¿Cómo puede el joven llevar una vida íntegra? Viviendo conforme a tu palabra. (…) En mi corazón atesoro tus dichos para no pecar contra ti» (Salmos 119:9,11).

Crecemos en gracia y tenemos acceso a la fuente de fortaleza espiritual cuando leemos y estudiamos la Palabra de Dios. Esa Palabra realmente nos cambia.

La Palabra de Dios es «la espada del Espíritu» (Efesios 6:17). Para el cristiano, la Biblia no es solo un libro santo que se coloca en un estante. Es un arma potente que se toma con ambas manos y se utiliza para derrotar al enemigo.

Estúdiela. Memorícela. Decídase a leer la Biblia todos los días a partir de hoy. No se puede tener una vida física sana si no se come con regularidad; use el mismo sentido común para mantener la salud de su vida espiritual. La lectura diaria de la Biblia es esencial para tener una vida cristiana victoriosa y crecer como cristiano.

Cuarto, aprenda el secreto de la oración. Es evidente que Jesús fue un hombre de oración durante todos los días de su vida en la tierra.

Oraba con sus discípulos. Oraba en secreto. A veces, pasaba toda la noche orando. Haga de Él su ejemplo. Si Él, el santo Hijo de Dios que jamás cometió pecado no podía vivir en esta tierra sin tener una comunión constante con Dios, usted y yo, sin duda, tampoco podremos hacerlo.

Quizá usted esté pensando: «Pero no sé qué decir cuando oro». A Dios no le importa que usted balbucee o no arme frases elocuentes. No le molesta que tenga errores gramaticales. A Él le interesa lo que hay en su corazón.

Tenga un tiempo secreto de oración cada día en el que pueda orar a solas. Debe ser un hábito regular y convertirse en algo tan vital y necesario para usted como la comida diaria. Otra cosa que le sugeriría es que ore «sin cesar» (1 Tesalonicenses 5:17). En otras palabras, que mantenga un espíritu de oración durante todo el día.

Esto no significa que tenga un rostro solemne y serio todo el día. Significa que, en todas las situaciones, tenga conciencia de estar en la presencia de Dios, con su corazón inclinado hacia Él.

Quinto, entregue y consagre su vida a Cristo. La Biblia dice que debemos consagrarnos al Señor (vea Éxodo 32:29). Pablo escribió: «Por lo tanto, hermanos, tomando en cuenta la misericordia de Dios, les ruego que cada uno de ustedes, en adoración espiritual, ofrezca su cuerpo como sacrificio vivo, santo y agradable a Dios. No se amolden al mundo actual, sino sean transformados mediante la renovación de su mente» (Romanos 12:1-2).

Arrodíllese delante de Dios y pídale que le muestre si hay algún área de su vida que usted aún no le haya entregado a Él. El reflector del Espíritu Santo iluminará los rincones más profundos de su alma y revelará cosas que usted creía que ya había entregado, pero no lo había hecho. Pase un tiempo orando y pensando en las cosas que ven sus ojos, las que oyen sus oídos y las que pronuncia su lengua. Pida a Dios que tome sus ojos, sus oídos, su lengua, sus manos, su vida social, sus amigos y todas las áreas de su vida bajo el control de su Espíritu. Entréguese a Él completamente y sin reservas. Esto es lo que agrada a Dios. La Biblia dice: «El obedecer vale más que el sacrificio» (1 Samuel 15:22). Más que cualquier otra cosa, Dios quiere que usted le obedezca y lo ame. La vida consagrada es la vida victoriosa.

© 1960 (renovado en 1988, revisado en 1994, 1999) BGEA.